Nací el 4 de agosto de 1972 en Barakaldo (Vizcaya) y descubrí mi pasión por el arte desde muy pequeña. Con solo 2 años, ya empezaba a dar vida a mis dibujos, y a los 6 sorprendí a mi entorno con la precisión de mis ilustraciones, como cuando dibujé uno de los enanitos de Blancanieves con un realismo que parecía calcado.

En abril de 1979, con 6 años, mi familia se trasladó a Alicante debido a la delicada salud de mi hermano pequeño. Aunque la mudanza trajo la felicidad de verlo recuperarse, también marcó el inicio de una etapa en la que el arte quedó relegado a un segundo plano.

A los 12 años, en 1985, pinté mi primer óleo, y en 1989 tuve el privilegio de compartir varios domingos con el pintor Remigio Soler, quien me enseñó teoría del color. Sin embargo, con el tiempo, las expectativas sociales y académicas me encaminaron hacia las ciencias, disciplina en la que también destacaba, pero que me obligó a reprimir mi amor por la pintura, convirtiéndola en un simple hobby.

Cuando terminé mis estudios y comencé mi vida profesional, volví a conectar con el arte gracias al aliento de mi marido, Jaime, quien en aquel entonces era mi novio. Retomé la pintura con técnicas como grafito, carboncillo, sepia y sanguina, redescubriendo en cada trazo la libertad y la armonía que tanto había extrañado. Sin embargo, a pesar de este reencuentro, una parte de mí seguía sintiéndose incompleta.

Fue hace unos años, tras realizar un curso de desarrollo personal, cuando logré conectar plenamente con mi esencia y con mi verdadera identidad como artista. Durante años, había estado atrapada en una lucha interna, potenciando mi lado analítico y racional, pero apagando mi verdadera pasión. En un momento crítico de mi vida, las enseñanzas de Leandro me permitieron abrazar mi arte con plenitud y darle el lugar central que siempre había merecido.

Hoy en día, pinto almas. Mi trabajo se enfoca en capturar la esencia de los animales que admiras, las mascotas que amas y las miradas que cuentan historias. Mi técnica predilecta es el pastel sobre fondo negro, un estilo que me permite jugar con la luz de una manera casi mística. Para mí, cada trazo es un nacimiento de luz en la oscuridad, un viaje en el que el ser retratado emerge gradualmente de las sombras hasta cobrar vida.

No tengo un único referente artístico, pero mi estilo se inspira en la fusión del hiperrealismo con la maestría de la luz de Sorolla. Mi sueño es que mis cuadros sean valorados, que se conviertan en referentes y que quienes los contemplen sientan una conexión emocional profunda, experimentando admiración y empatía con las almas que plasmo en cada obra.

Actualmente, comparto mi sentimiento al pintar en las experiencias de Color&cata como una experiencia única de conexión con uno mismo en la meditación y la calma de la mente, guiando cada trazo dejando atrás los juicios y las expectativas.

Cada obra, transmite un mensaje claro: la belleza está en los ojos que miran y todos somos luz.

No solo pinto retratos, sino que capturo el alma misma de quienes protagonizan mis cuadros, dejando en cada uno de ellos un legado de amor y sentimiento que perdurará en el tiempo.